Friday, August 26, 2005

Epitafios

Llegaba ya al altar, feliz esposa... Allí llegó la muerte... Aquí reposa. Ese es el epitafio que hizo grabar José María Lafragua en la tumba de su prometida Dolores Escalante, quien murió de cólera pocos días antes de contraer matrimonio con el liberal.
Si el panteón de San Fernando no estuviera sumido en el abandono en el que lo mantienen las autoridades por su perene restauración, podríamos visitar esa tumba y leer de primera mano el epitafio.
En ese mismo panteón hay otra llamativa dedicatoria, es para una niña que murió a los cuatro años. Dice: Alcance tu alma pura allá en el cielo, a tus amantes padres el consuelo.
Y no muy lejos está el epitafio de otra pequeña: Dejando a sus padres y hermanos en el más profundo dolor, buscola Dios, indigna de este suelo, la hizo un ángel de su hermoso cielo.
El de Joaquín Ramírez, pintor del imperio de Maximiliano, dice: Artista insigne y malogrado, dejó este mundo para ir a su verdadera Patria.
Un joven de 22 años sólo alcanzó la frase: Fue un buen hijo.
El epitafio es un género quizá no muy estudiado, pero no deja de ser llamativo. En ocasiones el intento de versificar da malos resultados literarios, pero en estos grabados que se ponen las lápidas siempre se aprecia el dolor por la muerte de los seres queridos.
Hay, sin embargo, algunos que resultan extraños.
Por ejemplo, el de la tumba de Isaac Newton, en Westminster; contiene la fórmula del binomio y una extensa leyenda en latín: Aquí descansa Sir ISAAC NEWTON, Caballero que con fuerza mental casi divina demostró el primero, con su resplandeciente matemática, los movimientos y figuras de los planetas, los senderos de los cometas y el flujo y reflujo del océano. Investigó cuidadosamente las diferentes refrangibilidades de los rayos de luz y las propiedades de los colores originados por aquellos. Intérprete, laborioso, sagaz y fiel de la Naturaleza, Antigüedad, y de la Santa Escritura defendió en su Filosofía la Majestad del Todopoderoso y manifestó en su conducta la sencillez del Evangelio. Dad las gracias, mortales, al que ha existido así, y tan grandemente como adorno de la raza humana. Nació el 25 de diciembre de 1642; falleció el 20 de marzo de 1727.
De Arquímides se dice que su epitafio sólo era un cilindro circunscrito a una esfera, que alude a uno de sus descubrimientos matemáticos.
El de Teofrasto, médico y ocultista del Renacimiento, es el siguiente: Aquí yace Philippus Theophrastus, famoso doctor en medicina que curó aquellas terribles heridas, la lepra, la gota, la hidropesía y otras graves enfermedades del cuerpo, con arte maravillosa. Regaló sus bienes para ser distribuidos entre los pobres. En el año 1541, el día 23 de septiembre cambió la vida con la muerte. Paz a los vivos y descanso eterno a los difuntos.
Como en todo, no puede faltar el humor, y en este caso del más negro.
El célebre epitafio de los hipocondríacos: ¿No que no?
Groucho Marx se hizo uno: Disculpe usted que no me levante.
Este, en una tumba española, no se sabe si es humor involuntario: "A mi marido, fallecido después de un año de matrimonio. Su esposa con profundo agradecimiento.
Otros conocidos son, el del marido quejoso: Aquí yace mi mujer, fría como siempre. Y la respuesta femenina: Aquí yace mi marido, al fin rígido.
Otro clásico: Aquí yaces, y haces bien, descansas tú, y yo también.
De Alfred Hitchcok se cuenta que pidió que le pusieran esta frase: Esto es lo que le pasa a los chicos malos. Y uno que es un mal chiste atribuido a Bach: Desde aquí no se me ocurre ninguna fuga.

El panteón de San Francisco


Aquí es de los hombres su última jornada y de la vida su ultima morada

La expropiación del viejo panteón de San Francisco para levantar sobre sus muertos  viviendas del Infonavit,  será de los poquísimos agandalles frustrados del gobierno del extinto José Francisco Ruiz Massieu. Otro escándalo será la venta de buena parte del  parque Papagayo, con destrucción de árboles centenarios, destinada a una fábrica de brasieres y pantaletas. Detrás de ambos atentados estará el genio expropiador de Edgar Elías Azar, hoy, como Juanito Walker, tan campante.

La reculada en el caso del Papagayo obedecerá a una ejemplar lucha cívica emprendida por  grupos ambientales de la ciudad, mientras que en el caso de la Necrópolis se dará por miedo. Pánico, más bien dicho, fente a un reproche sordo y rabioso cuyas claves sabrán descifrar a tiempo los tinterillos del “toma todo”.

–No se metan con los sentimientos profundos de la gente porque no se la van a acabar –aconsejará oportunamente un personaje de los  medios cercano al primer círculo  del poder ilustrado.

No faltaron, por otro lado, las  advertencias sobre batallas civiles de largo alcance  e incluso las amenazas directas. “No saldrán vivos los cabrones que vengan a desenterrar a nuestros difuntos”, musitarán rabiosos los hombres armados velando diariamente en el camposanto. Los zopilotes  no llegaron, nunca llegarán.

El decreto  ordenando la expropiación del  “Barrio del Panteón, a favor del Ayuntamiento de Acapulco”,  se publica en el Diario Oficial del Estado el 27 de enero de 1989 pero quedará misteriosamente sin efecto. Un mandamiento escrito quizás con tinta simpática para poder borrarlo si las cosas se complicaban.

Muchas interrogantes quedarán sin respuesta  en torno al macabro asunto. ¿Obedeció la  reversa a un rapto de sensatez en tan preclaros juristas o bien temieron los efectos de una película gringa del momento? Aquella en la que  cadáveres descarnados emergen de la tierra para castigar a los autores de una  urbanización que les había robado la paz de sus sepulcros (“¡Ay, mamachita!”, como decía Resortes).

Y es que la ficción macabra del cine nada tiene que ver con la realidad cotidiana. Que lo digan sino los habitantes de Las Crucitas y El Hueso, ajenos a cuentos y leyendas en torno a zombis asesinos, lloronas quejumbrosas o chaneques chocarreros. Ello no obstante que ambos barrios están asentados en los dos primeros cementerios de Acapulco, uno de tiempos de La Colonia y el otro apenas anterior al de San Francisco.

Más antes, volviendo al asunto de las obsesiones confiscatorias de nuestros gobernantes, un Alcalde sin difuntos mayores en Acapulco lanzaría un buscapiés con el mismo propósito. Esto es, urbanizar el panteón de la avenida Pie de la Cuesta dizque para asegurarle techo a los más jodidos. El desistimiento no será obligado por voces de ultratumba sino por sonoras mentadas de madre.

La superficie del panteón de San Francisco no fue producto de ninguna transacción inmobiliaria sino de un vil agandalle luego santificado. Pudo haber pertenecido ese terreno al Marqués de Acapulco, don Gonzalo Mesía de la Cerda y Valdivia, con título expedido por el rey de España el 31 de mayo de 1711, y la hipótesis tiene sustento. El cortesano español abandonará repentinamente sus posesiones y no volverá más al puerto. Se dirá que por culpa de una sífilis galopante pescada aquí por su afición a las chinas, más que a las chinerías.

Los frailes  franciscanos, asentados en Acapulco a partir de 1602, tenían a su cargo la apertura y cuidado de los cementerios de la ciudad. Serán pues ellos quienes a la saturación del existente procuren la fundación del que llamarán San Francisco. La orden religiosa abrirá el 7 de  junio de 1606 un Convento, con iglesia y claustro dedicado a N.S. de la Guía, patrona de Manila, Filipinas.

Ocupará un promontorio conocido como El Teconchi (hoy viejo palacio municipal) y en su jardín interior abrirán un pozo para abastecer de agua a las embarcaciones procedentes de Asia. Franciscanos serán también los fundadores del panteón San Fernando de la ciudad de México, hoy Rotonda de las Personas Ilustres, residencia eterna de don  Benito Juárez.

Aquí de hecho serán dos panteones separados por una breve barda de adobe. El de la derecha (San Francisco) destinado a  la “gente decente”, en tanto que el de la izquierda (San Esteban) estará reservado para  indios, negros, mulatos, orientales,  pobres e indigentes, apenas con cruces de referencia.

Su vida fue un suspiro que

engarzó la virgen bella

La primera cruz clavada en aquel sudario piadoso corresponderá a la niña de siete meses Paula Roberta Quirós Abarca, inhumada el 1 de febrero de 1860. Dos meses más tarde, el 9 de abril del mismo año,  la madre tierra recogerá a doña Gertrudis Lerma, víctima aquí de la malaria. La dama originaria de Rosario, Sinaloa, es considerada por diversas crónicas como la primera  habitante de aquella necrópolis y en efecto lo fue, pero en la clase adulta.

Don Jacinto Quirós y doña Susana Abarca regresarán desolados el siguiente 24 de octubre para sepultar a una segunda hija: Natalie Crispina, de “3 años 10 meses y 19 días”. La pareja no escatimará recursos para dar un bello sepulcro a sus dos angelitos, cuya lápida será de mármol de Carrara confeccionada por la casa italiana de Carlos  Bonfigli, luego con amplia clientela en la ciudad.

Una bella novia de Petatlán morirá repentinamente en la parroquia de Nuestra Señora de la Soledad, víctima del cólera morbus. Caerá súpita rumbo al altar donde la esperaba su novio, un Capitán del ejército federal vestido de gala para la ocasión. Su epitafio será de época:

Llegaba ya al altar... feliz esposa

allí la hirió la muerte, aquí reposa.

Moradores ilustres

¡Y que llega la Reforma! La vigencia de la Ley Orgánica del Estado Civil, del 27 de enero de 1857, para regular el establecimiento y uso de los cementerios deja a la jerarquía eclesiástica fuera del macabro negocio. También se pondrá fin al cobro de  “derechos funerarios, misas y vigilias” para los fallecidos a bordo de embarcaciones con destino a este puerto, aun cuando reposaran en las profundidades oceánicas.

Otros ciudadanos notables del siglo  diecinueve reposaron y reposan en San Francisco. El californiano Emilio M. Link, fundador en 1858 de la Botica Acapulco (hoy propiedad de mi compañero de banca Josafat Cortés); el cónsul estadunidense John Sutter y sus hijos Carlos Alfredo y Arturo. Don Domingo Balboa Berreatúa, autor en 1850 de un pozo profundo alrededor del cual se fundará el actual barrio de La Poza.

Doña Benita Rumbo, casada aquí con desterrado príncipe heredero del Reino de Portugal, Miguel de Braganza, fundadores ambos de la numerosa familia acapulqueña de Los  H. Luz (23-3-1892).

El doctor Roberto S. Posada, muerto el 11 de octubre de 1897 luego de una vida entregada al servicio de los más necesitados y por lo cual la calle de su consultorio lleva hasta hoy  su nombre.

Las más de 300 víctimas del Teatro Flores, convertido en hornaza sin salida, marcharán a su última morada durante una jornada colectiva de pena y dolor desgarradores. Presentes, sin faltar uno, los disminuidos  cuatro mil habitantes de Acapulco. Irán detrás una y otra vez de aquellos cortejos dramáticos, silenciosos unos, musicales otros. Los encabezarán una carreta jalada por bueyes y cuatro carretones tirados por mulas, recolectores cotidianos de basura. Los pequeños cuerpos carbonizados, humeantes todavía, serán arrojados sin ningún protocolo a un zanjón abierto debajo de un trueno. Un cura trasijado musitará apenas aquello de “polvo eres y en polvo te convertirás”.

Las autoridades municipales dedicarán más tarde un monumento como “Homenaje a las víctimas del 14 de febrero de 1909 en el teatro Flores  de Acapulco”.

Que los coros de los ángeles arrullen tu sueño eterno

Hablando de criptas, monumentos y columbarios, el mausoleo más grande y lujoso del sitio lo construirá la familia Uruñuela,  ricos empresarios y comerciantes de origen hispano. Allí descansarán partir de 1903, don Constantino Uruñuela, doña Luz Eliott de Uruñuela, doña Agustina Eliott y don  Nicolás B. Uruñuela. Este último ocupará la alcaldía de Acapulco en 1910 y más tarde un escaño en el Congreso local.

El 21 de diciembre de 1927 es otra fecha aciaga para Acapulco. El asesinato de Juan R. Escudero junto con sus hermanos Francisco y Felipe, conturba al puerto y a la nación entera. El héroe civil acapulqueño reposa hoy en la Rotonda de los Hombres Ilustres, lejos de sus hermanos en San Francisco.

Otros acapulqueños en el panteón de la avenida Pie de la Cuesta: Pablo G. Bermúdez (13-1-01); Aarón Simón Fúnes (14-7-01) Bolo von Glumer, (2-7-02) padre de la notable educadora acapulqueña Bertha del mismo apellido; Carlos Adame (1909), padre del homónimo primer cronista de Acapulco; Guadalupe Sutter (12-9-16); el ex alcalde Antonio Pintos Sierra (12-2-19), el ex gobernador Rodolfo Neri ( 24-1-21); el coronel Valeriano Vidales, hermano de Amadeo, autores ambos del Plan de El Veladero (1922).

El profesor Felipe Valle, notable educador, ex gobernador de Colima y ex alcalde de Acapulco (2-6-28). Reginaldo Sutter (28-12-41), abuelo del ex alcalde Ricardo Morlet Sutter; don Isauro Polanco (1-5-45) popular violinista y director de orquesta; doña Vicenta Paco de  Diego (6-7-43); Ludwig, Hermilo y Lourdes Walton , bisabuelo, abuelo y hermana de Luis Walton Aburto; general Miguel Serrano (15-11-15) Emilio Casís (9 11-24); Ramiro de la O Téllez (19-2-46) y Tomás Diego  (7-11-40).

¿Lloran los muertos? o el muerto soy yo

La última defunción en San Francisco fue la de doña María de la O, el 19 de julio de 1956, no obstante tener el osario casi una década fuera de servicio. El alcalde Luis Martínez Cabañas, por gestiones del diputado  local Canuto Nogueda Radilla, ordenará la  excepción para cumplir el último deseo de la luchadora social: descansar junto a su esposo Antonio Rodríguez Castañón. Veinte años más tarde los separarán para llevar a doña María  una rotonda de Hombres ilustres.

Cuando el alcalde José Ventura Neri ponga en servicio el cementerio de Las Cruces, en 1947, sufrirá el rechazo de los  acapulqueños  por ubicarlo en el “quinto infierno”. Entonces, el de San Francisco alargará su vida útil hasta la sobresaturación. El primer habitante del nuevo panteón será también un infante.  Antonio Canales Ramos, de seis meses, hijo del  médico Arturo Canales Zúñiga y su señora esposa.

¿Alguien creerá que el camposanto de la avenida Pie de la Cuesta está libre de fantasmas curiosos , duendes chocarreros y chaneques atrevidos?  Por lo menos así lo afirman sus vecinos del lado norte, usufructuarios únicos del tétrico paisaje,  y quienes incluso usan la tierra sagrada para cultivar flores y sembrar hortalizas. Una versión avalada en todas sus partes por un buen número de vagos que a través del tiempo han tenido alguna cripta o mausoleo como residencia temporal.

No fue igual  a finales del siglo 19. Habitantes del Barrio del Panteón han dejado testimonio sobre la presencia  de una versión costeña de  La Llorona. Cuentan que la piel se les ponía chinita, chinita y el corazón se les quería salir  cuando escuchaban un grito profundo y lastimoso:

–¡ Aaaaaayyyy misss hijiiiijooooooooooss!

Doña Susana, encargada actual del cementerio, confirma la ausencia de seres de ultratumba aunque no niega haber visto sombras, muchas sombras. Ella misma se dá valor: “Han de ser los  vagos y viciosos del rumbo, acostumbrados a quemar acostaditos  sobre las tumbas”.

RIP

Discípulo de José Francisco Ruiz Massieu, el acalde López Rosas vuelve hoy la mirada hacia el panteón de San Francisco con un proyecto secreto. Aun no se levanta ninguna lápida pero si ya muchas sospechas.

¿Santa la Muerte?

¡Es una cabrona!

Sepultureros

Ante los lamentos, gritos y llantos de los dolientes que acompañan los desafortunados que hacen del panteón de Las Cruces su última morada, ellos permanecen tranquilos y serenos, sus miradas se mantienen fijas en el trabajo que realizan, una labor no siempre bien vista pero de la que obtienen el pan nuestro de cada día.

Los sepultureros trabajan todos los días del año, bajo el sol o la lluvia; son los últimos en estar cerca del cuerpo de un desconocido y al cual tratan con cuidado y respeto.

Es mediodía en el cementerio municipal de Las Cruces –construido en 1945 por el entonces presidente municipal José Ventura Neri y siendo gobernador el general Baltasar R. Leyva Mancilla– y se respira un ambiente de paz y tranquilidad.

Desde las 8 de la mañana las rejas están abiertas para que los deudos visiten los restos de sus seres queridos. Una fuente de agua no tan cristalina que se ubica justo a la entrada, da la bienvenida a los visitantes de este camposanto.

  

El día que uno muere lo único que vale son los amigos

  

Del lado derecho, bajo la sombra de un árbol, se encuentra recostado Silvestre Alejo Román, quien descansa plácidamente en un sillón; justo a sus espaldas se ubica una cripta, y a su lado derecho, una sencilla cruz de madera .

Silvestre Alejo Román, originario de San Miguel Guerrero, municipio de Chilpancingo, procede de una familia que se ha dedicado a este oficio. Su madre falleció hace tres años, laboró por mucho tiempo en este mismo panteón: “ella cuidaba las tumbas, las limpiaba, arreglaba, yo me vine para Acapulco porque ella estaba aquí, al principio me daba miedo quedarme, pero ya tengo 33 años trabajando en esto”.

Sus ojos están ocultos por unos grandes lentes negros, en la plática interviene Salomón del Carmen Carrillo, quien también es sepulturero.

Salomón del Carmen de ánimo más platicador dice: “La muerte no respeta días de fiesta, sabe, el dinero es pura fantasía, los amigos son los que valen el día de su muerte”.

Ambos se mantienen serios, sonríen, Silvestre Alejo Román a sus 55 años de edad representa un poco más; por las noches es el velador del panteón municipal y en el día se dedica a sepultar a quien le pidan.

Con voz apenas audible, tímido, comentó “es de familia estar en el cementerio, todos trabajabamos aquí, mi padrastro también trabajaba aquí. Empecé como peón, hacía revolturas para tapar a los muertitos, ayudaba en los entierros”.

Confiesa apenado,“al principio me daba miedo estar aquí, pero el marido de mi mamá era sepulturero del ayuntamiento. Fue como en 1978 que empecé de albañil para hacer las tumbas de los muertitos, yo aquí me puedo dormir bien, ya me acostumbré, es como estar en mi casa, aquí está uno tranquilo, el aire está sabroso”.

Reconoció que se cree que ellos lucran con el dolor de otros, “pero es el trabajo de uno, qué le vamos a hacer; uno está haciendo la bóveda, estamos trabajando y tapando al muertito y la familia está llorando. Uno no hace caso, como si nada, pero también cuando le pasa a un familiar, aunque uno no lo quiera es el trabajo de uno”.

Vacilante, afirmó que para poder hacer su trabajo mientras todos lloran “uno pone el corazón duro, pero se siente uno mal al estar tapando a la persona, me ha tocado gente que no deja que tapemos a su familiar, se siente uno mal por estar escuchando llorar a la familia, pero ni modo que estemos llorando con toda la familia, ya me acostumbré a oírlos”.

Repitió:“Me daba miedo trabajar aquí y más en la noche cuando me tocaba guardia al fondo del panteón, pero ahora en la noche camino normal, de mi trabajo sólo me gusta que tengo trabajo, uno no quisiera que hubiera muertos, pero es mi trabajo, no quisiéramos porque también tenemos familiares y se pueden morir también”.

El aire corre fresco por el lugar, los visitantes son pocos, el silencio del cementerio es interrumpido a oleadas por la música que sale de los camiones que transitan por el boulevard José López Portillo.

Cuando se le pregunta a Silvestre Alejo Román si le ha sucedido algo sobrenatural en el panteón, no puede ocultar una risa, señaló que “en el panteón no espantan, nunca me ha pasado nada sobrenatural aquí, pasa allá afuera con los vivos, se sale uno tantito y están los mañosos, aquí en el panteón no pasa nada, todo está tranquilo”.

Con su experiencia afirmó que los entierros más dolorosos son los de las mamás, “porque vemos llorar a todos los hijos”.

La labor de sepulturero ha sido heredada a dos de sus cuatro hijos, “ellos escarban los pozos, ahorita como ya no hay lugares se escarba un metro; pero donde si está feo es con los que se van a la fosa común, se entierran de cinco o seis, hace un mes enterramos a once en un sólo pozo, se echan así, como Dios nos envió al mundo, desnudos y sin que nadie les rece nada”.

  

Nunca me imaginé ser sepulturero

  

Salomón del Carmen Carrillo, está ahora recargado en su bicicleta con la cual recorre más fácilmente el cementerio municipal.

El sepulturero explicó que el tiene sólo 15 años de dedicarse a este oficio, labor que, en su vida, nunca pensó realizar.

La experiencia que más recuerda es la del paso del huracán Paulina, “fue triste porque como ya no había lugar llegamos a enterrar en un pequeño pozo a 18 personas, entre niños, jóvenes y adultos, fue triste y doloroso”.

Además de sepultar, para obtener un ingreso extra es cuidador de las tumbas por las que cobra al mes de 10 a 15 pesos, “me encargo de tenerlas limpias, para que cuando venga el familiar siempre la encuentre limpia y bonita, pero ya son pocos los que pagan por eso”.

Solícito accedió a dar un pequeño recorrido por el panteón: “Sabe, llueve o truene nosotros siempre estamos aquí, porque si fuéramos flojos, entonces quién iba a sepultar, y aunque no nos guste de ahí dependen nuestras vidas, de los muertitos comemos”.

El panteón es definido por él como un lugar de paz y tranquilidad, en donde nunca pasa nada.

Los sepultureros tienen una teoría acerca del número de personas que asisten a enterrar a alguien,“cuando vienen sólo unos poquitos, creemos que en vida eran orgullosas, hay gente que es pobre y viene mucha gente, es que se dio a querer; pero fíjate que hay canijos que vienen solos, no hay ni quién los cargue porque así habrán sido en vida”.

Por eso afirmó:“El dinero es pura fantasía, los amigos son los que valen el día de su muerte”.

Ya de salida, al caminar por los pasillos del cementerio, Salomón del Carmen se detiene en una cripta y dice: “de todos los epitafios que hay éste me gusta, es de la familia Rivera Aguilar y dice: Porque te vas pasando sin hablarme, que porque soy de tierra y tu de carne. Apresuras tu paso tan ligero, espera tu compañero, el pedido que te hago es corto y voluntario, reza un padre nuestro y un sudario y prosigue tu marcha, aquí te espero”.

Sex Shops en Acapulco

El sexo y Acapulco es un binomio que para muchos mexicanos y extranjeros no pueden separarse.Quizá por la exuberancia de su naturaleza, el delicioso calor que mantiene abierto nuestros poros y sentidos, o como sitio edénico de la luna de miel, lo cierto es que en el mar, el sexo es más sabroso.

Es por eso que el empresario Javier Ruiz Palacios consideró hace cinco años abrir Private Video Shop, una “tienda de sexo” o sex shop como se les llama.

Sólo existen dos en el puerto, una ubicada en el centro comercial del hotel Costa Club, en un segundo piso, orientada, según su fundador para turistas y público “especializado” y otra en la colonia Progreso, destinada a un público popular.

La imagen que se podría tener de estas tiendas, es quizá la que hemos recogido de las películas de Hollywood, escondidas en barrios bajos, atendidas por depravados o delincuentes, sin embargo, la realidad es otra.

En el puerto no hay una zona dedicada expresamente a este tipo de comercios, como es el caso de las ciudades donde surgieron, como Amsterdam, Nueva York, París, Tokio o Los Angeles.

La tienda ubicada en la Costera, fue abierta hace cinco años –al ver que existía una oportunidad en este giro comercial– en un lugar abierto, concurrido por la gente local y sobre todo por turistas.

Es un lugar bien iluminado que abre desde las 10 de la mañana y cuyas rojas luces de neón, le dan un toque sexi; tres jóvenes mujeres se encargan de atender a los clientes.

La principal oferta de la tienda son los videos. Ruiz Palacios dice que en cada negocio cuenta con dos mil títulos diferentes, en los que se pueden ver casi todas las prácticas sexuales efectuadas por los humanos.

“Lo único que no comercializamos en la tienda son videos en los que se muestran escenas de pedofilia o zoofilia, en primer lugar porque están prohibidos por Gobernación y en segundo lugar porque hasta en estos lugares tenemos límites”, expresó el empresario.

Solamente videos originales en formato VHS son los que se venden y cuyos precios varían desde 60 hasta 300 pesos; sin embargo, también se pueden rentar e intercambiar a un costo menor.

También existen DVD, cuyos precios van desde 200 pesos hasta 450 pesos; hay miles de títulos alrededor de un mismo tema: Descarga deliciosa, Adolescencia perversa, Euforia erótica, Deportistas del sexo, son algunos de los sugerentes títulos que están a disposición de los clientes.

Ambas tiendas cuentan con permiso de Gobernación para exhibir películas en las tiendas, por lo que el cliente que no cuenta con la posibilidad de verlas en su hogar, puede asistir a los establecimientos y por una módica suma podrá ver el título de su elección en una cabina privada.

También se ofrecen CD roms interactivos en los que es posible ir construyendo una historia o efectuar juegos virtuales donde el sexo y el usuario son los principales personajes.

Juguetes para adultos

En donde sea que se le ubique, los juguetes sexuales son artículos que no están al alcance de cualquier bolsillo. Un par de senos sintéticos o un consolador tipo “royal” de 12 pulgadas de largo, pueden llegar a costar hasta mil 500 pesos, en una escala de precios en donde el tamaño sí importa.

Sin embargo hay productos no tan caros que son más accesibles para un presupuesto reducido, aunque en muchos casos, en estos artículos, el precio no es tan importante como la satisfacción que pueden proporcionar.

Tanto hombres como mujeres se sorprenderán con la variedad y cantidad de productos sexuales que pueden adquirir para la satisfacción individual, en pareja o grupal.

Llama la atención una “sexy panty” diseñada para mujeres, una prenda que se utiliza como ropa íntima, pero que cuenta con pilas para accionar estimuladores anal, vaginal y clitoríco.

Los consoladores vienen en todas texturas, usos y tamaños, incluso hay paquetes de unos mil pesos de costo, que incluyen todos los juguetes que una mujer puede desear para cumplir sus fantasías.

Los más adquiridos, según Javier Ruiz, son aquellos que imitan con mayor exactitud, al cuerpo humano tanto masculino como femenino, aunque también se expenden consoladores de madera y de aluminio, incluso hay algunos que sueltan un líquido viscoso para lubricar y otros a los que les han añadido testículos de imitación.

El propietario de las tiendas comenta que es importante que la primera vez que se eche mano de este tipo de recursos, se escoja en pareja el juguete adecuado, para proporcionar placer mutuo.

Para los hombres es más limitado el asunto en cuanto a la variedad, sin embargo, es posible adquirir vaginas de imitación que incluso pueden llegar a tener hasta vello púbico, calor interno y líquido lubricante. La estimulación puede ser manual o activada por pilas.

Para aquellos hombres que disfrutan la estimulación anal, existe un calzón con vibrador integrado, que incluye un sostén para los testículos y anillos para el falo.

No podía faltar para los hombres, el producto que hiciera famoso Andrés García, la bomba de vacío, que ayuda a obtener una erección, mantenerla y –como se lee en la caja– agrandar el pene.

Miscelánea sexual

Además de los videos y de los juguetes para adultos, en estas tiendas, el cliente podrá encontrar publicaciones de todas partes del mundo en las que ademas de las imágenes de desnudos y sexo explícito, también ilustra acerca de otras prácticas, como el fetichismo, el sadomasoquismo, homosexualismo, swingers y otras prácticas.

También existen cómics para adultos y hasta revistas en DVD. Las publicaciones tienen títulos como Lesbiación, Dominatur, Private, Pirate y Hot comix.

En la miscelánea, el cliente podrá encontrar todo tipo de bromas, como un esperma con llantas, popotes en forma de pene, vasos para tequila en forma de cuerpo humano, penes inflables de todos tamaños y artículos que por lo general se venden para hacer más amena una despedida de soltera (o).

Hay un anaquel en donde se pueden encontrar todo tipo de aceites estimulantes y hasta comestibles, en sabores como durazno, piña colada, fresa, chocolate, menta y cereza, así como un aceite especial que provoca que la piel se caliente, con la consiguiente excitación del usuario.

También existen perfumes con feromonas femeninas o masculinas, que sirven, según el propietario, para atraer al sexo opuesto (o al mismo, según se desee).

Los más juguetones podrán encontrar condones de broma, comestibles y con la figura de Mickey Mouse, lencería erótica, velas y muchas cosas más.


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Zeferino, Giuliani y las sex shops  

Durante uno de sus dos periodos como alcalde de la ciudad de Nueva York, Rudolph Giuliani aprobó una ley para cerrar todo tipo de negocio sexual en un radio de 150 metros de distancia de una escuela, un recinto de culto o cualquier edificio en el que vivan familias.

Guardadas las proporciones, durante su trienio el presidente acapulqueño Zeferino Torreblanca canceló las concesiones a este tipo de negocios, según el empresario Javier Ruiz Palacios.

El dueño de las dos sex shops que hay en el puerto dijo que el gobierno de Zeferino Torreblanca ha sido el más problemático en cuanto a la renovación de sus permisos, debido a que canceló las concesiones para los “giros negros” en Acapulco.

“Todo mundo piensa que el PAN es el partido más mocho, pero, quién iba a pensar que este señor, siendo perredista, haya salido tan cerrado en este sentido. Por mi parte, a mí me negaron la renovación de mis permisos todos los años, por lo que me la tuve que pasar con un amparo mientras duró Zeferino en la alcaldía”, expresó el empresario.

Testimonios de Paulina III

* Habitan en la calle Zimapán, de la Progreso

Piden vecinos de la familia Centell que los simulacros sean antes de la temporada
Vecinos de la familia Centell que radicaba en la calle Zimapán y que perdieron la vida en el huracán Paulina demandan que los simulacros de Protección Civil sean antes de la temporada de lluvias porque consideran que el fenómeno podría volverse a repetir.

La propietaria de una tienda en ese lugar, Romana Muñoz manifestó que las autoridades de esa dependencia los deben de proteger porque en esa ocasión del huracán Paulina “fue un descuido de todos nosotros el que tuvimos porque nos cayó de momento”.

Recordó que a los 11 integrantes de la familia Centell “ya no les dio tiempo de salir a los pobres, y el que se puso listo aunque sea con la lluvia vio por donde se defendió. Simplemente mi familia subió a una azotea, todos, con niños chiquitos”, recordó.

José Carmen Ramírez, vecino de Zimapán número 27 subrayó que los simulacros deben de efectuarse antes de la temporada de lluvias y “no después, porque ya después no tiene caso”.

De la muerte de los integrantes de la familia Centell, matizó que es un recuerdo muy desastroso: “fea, en una palabra”.

La consideró como una experiencia que durante mucho tiempo no la tuvo, pues dijo que fue lamentable y triste porque a toda esa familia se la llevó el agua.

“Hay muchas cosas que comentar de esa situación, pero yo creo que no tiene caso lamentar el pasado”, asintió.

Del albergue de esa zona, el anciano de 80 años de edad y que afirmó vivir allí desde finales de los 60, expuso que únicamente sabe que la Unidad Deportiva es un refugio, y criticó que en materia de Protección Civil falta mucho.

Recordó que desde lo ocurrido por el huracán, nada más fueron dos simulacros los que se realizaron en ese lugar, incluso afirmó que el año pasado no se efectuó ninguno.

El anciano dijo observar que no hay interés de las autoridades de proteger las vidas de las personas, “¿no sé a qué se deba?” Se preguntó.

Además indicó que “ojalá” una fenómeno como el huracán o un temblor se pudiera pronosticar para saber con anticipación y no como les ocurrió con el huracán que ocurrió en la madrugada.

Luego criticó que en esa ocasión el director de Protección Civil, Melquiades Olmedo Montes, “no hizo gran cosa y no tenía ningún conocimiento” en esa materia, pues criticó que a los dos días del huracán volvió a llover fuertemente, y cuando intentaron ir a ese lugar a inspeccionar no pudieron pasar por acá porque el agua los detuvo abajo.

Consideró que la muerte de la familia Centell se debió a que el original río El Camarón le robaron espacio porque dijo recordar que antes contaba con una anchura de seis metros y ahora quedó de dos.

Expuso que uno de los invasores de ese canal fue la familia de José Francisco Ruíz Masseu, donde dijo recordar que una piedra de gran tamaño bloqueó la corriente de agua y provocó que se saliera del cauce.

Testimonios de Paulina II

* Se salvaron en la azotea de un templo

  

“Pensamos que ese era el fin del mundo”, cuenta un sobreviviente

  

* Testimonio de Esdras García, de la calle Pachuca en la colonia Progreso

  

Cuando el diluvio desbordó el río Camarón eran cerca de las 5 de la madrugada y cuatro hombres decidieron echarse un volado para dejar su vida al azar y ver quién se atrevía a morir.

El grupo era parte de otro más numeroso, integrado por unos 70 vecinos que se refugiaron en la azotea de un templo evangélico llamado El Buen Pastor, en la calle Pachuca de la colonia Progreso, al que llegaron todos, desde minutos antes, cuando nadie imaginaba que Paulina –como hasta horas más tarde se enteraron que así se llamaba su agresora–, les desmoronaría su patrimonio de toda la vida. Y a muchos la vida misma.

Para entonces la azotea del templo era una isla. A seis metros del piso, la distancia entre ese techo y el agua apenas era de 100 centímetros. Ya había cubierto casas enteras de un nivel y poco a poco arrancaba los postes de su lugar. Las viviendas de dos y más pisos caían al agua chocolatosa, revuelta, como si algún dios gracioso pero hambriento, estuviera remojando galletitas o panecillos antes de llevárselos a la boca.

Una fila de tres automóviles arrastrados se formó junto a una de las bardas del templo, colocados ahí por la corriente. En la posición en la que quedaron, formaban una turbulencia que desviaba el agua hacia el lugar en que se resguardaban los 70 vecinos. Comenzaba a inundar el techo del templo evangélico y alguien tenía que lanzarse al agua y tratar de empujar los autos ya destartalados, para evitar que la corriente siguiera desviándose.

Por eso la idea del volado. En el fondo, ninguno de los cuatro hombres del grupo de amigos vecinos quería verse favorecido por la suerte del águila o sol. Seguro, al que le tocara el azar le tocaría la muerte. Con trabajo empujaría los coches, pero quizá no podría regresar a la azotea del templo.

Esdras García era uno de ellos. Junto con José Rodríguez decidieron lanzase sin necesidad de echar el volado, para que sus otros dos vecinos no corrieran ese riesgo. Así, los otros sesentaitantos también estarían a salvo y no habría más riesgo.

Ambos vecinos comenzaban a bajar hacia el agua, cuando un fuerte ruido los detuvo. Era un tanque de gas que golpeó la fila de autos atorados y que provocó una flama que rápido se apagó. El impacto bastó para que el dique se deshiciera y el agua dejara de desviarse hacia El Buen Pastor.

Con toda su familia, Esdras García había salido de su casa antes de las 5 de la madrugada para resguardarse en el templo, “cuando ya empezamos a oír los golpes más duros de las piedras que la corriente traía, y los gritos de nuestros vecinos de que nos saliéramos”, relata.

Minutos después, El Camarón se desbordó por su casa, la número 77 B de la calle Pachuca, en cuya parte trasera se encontraba un codo del río. “Y se escuchaba la tronadera de casas, de piedras, desde la casa número 80 hasta la 73”, añade.

El rescató a una joven de nombre Alicia, desde la azotea del templo. Ella iba muy golpeada, herida, arrastrada por el agua. “Comenzamos a oír sus gritos de auxilio y yo me tiré a sacarla”. Luego hizo algo similar, al sacar a su vecino José Rodríguez, uno de los que después estuvo a punto de echar suerte para morir, con el citado volado.

Esdras traga saliva y dice: “Pero lo que me causa más tristeza recordar es cuando se me chispó de la mano un niño como de 13 años, que vivía aquí a un lado del templo; su mamá no se quería salir de su casa y tampoco nos permitía bajar por sus hijos”.

“Yo me fui sobre una barda a tratar de ayudarle a salir al niño, que se llamaba Martín. Le estiré mi brazo. Lo que hice fue agarrarme con la mano derecha de la barda y de una columna de varilla que estaba salida, y con la izquierda lo sostuve a él”.

No soporta recordarlo y comienza a llorar. “Se me chispó el niño, la verdad ya lo tenía y él me veía con sus ojos y luego me gritaba ‘no me sueltes, no me sueltes’, y no le decía que no, que no lo iba a soltar. ‘Tu no te preocupes’, le decía, ‘no te voy a soltar, nomás ayúdame a que te pegues a la orilla de la barda para que te agarre mejor. La corriente está muy fuerte’. En eso llegó una ola grande, casi arriba de la iglesia evangélica a la que yo pertenezco, y a mí me tapó bien el agua. Volteé mi cara al otro lado de la barda para que pudiera respirar”, dice Esdras.

“En eso sentí como si trajera aceite en mis manos y todavía alcancé a escuchar que me gritó otra vez que no lo soltara, pero con esa ola que te digo oí como tragó agua, se cortaron sus palabras y se me chispó. El agua me ganó”.

La entrevista no se detiene, pero toma aire e impulsa las palabras desde su triste memoria: “A su mamá también vimos todos cómo se la llevó la corriente, fue mero cuando el agua entró de golpe a su casa. Nunca nadie se hubiera imaginado que el río alguna vez fuera a cubrir su casa, si el cauce original siempre ha estado como a 30 metros lejos de ahí. También a su niña nomás la cubrió la corriente y ya no la volvimos a ver. El único que se salvó fue el papá de los niños, el esposo de la señora que es un viejito como de 60 años”.

De todas las casas por donde se desbordaba el río salía gente ahogándose, golpeada por las piedras y los muebles, y desde la azotea del templo se veía cómo más adelante las personas arrasadas se iban juntando ya en el cauce original dando manotazos cada que la fuerza de la corriente los sumergía. Esdras se acuerda que “gritaban feo ‘ayúdanos diosito’, ‘hay mamacita’, y era un griterío de gente por todos lados que se confundía con las piedras que al mismo tiempo crujían y que seguían golpeando las casas. Y yo decía, Señor, porqué no se quita la lluvia”.

“Mucha gente nadaba y se subía a los toldos de los carros que se traía la corriente y se agarraban de ellos, parecía como si desde arriba fueran dirigiendo el carro, pero más abajo se veía cómo los coches se caían y se daban vueltas. Se sumergían entre los gritos y luego ya no aparecían”.

Mientras eso ocurría uno de los 70 vecinos que se resguardaba en la azotea del templo, buscaba un mecate. “Yo le pregunté que ‘¿para qué vecino?’, y me dijo que ‘para amarrarme con mi familia y nos encuentren a todos juntos’, y eso a todos nos ponía a pensar. Después yo le ayudé a buscar su mecate y no le dije nada”, comenta Esdras mientras se le vuelven a mojar las pestañas, que intenta secar con sus anchas manos.

El pastor evangélico de la iglesia comenzó a agrupar a todos por familias y les dijo que los “iba a entregar en las manos de Dios”. Les impuso las manos, hizo una oración, que luego siguieron los demás, entre los cuales había evangélicos, católicos y uno que otro ateo.

La víctima del Paulina reflexiona: “La verdad nosotros pensamos que ese era el fin del mundo. Para nosotros eso nos decía la oscuridad que estaba, eran las 6, 7 de la mañana y todavía seguía de noche, como si fueran las 3 o las 4 de la madrugada”.

Desde la azotea del templo “se vieron muchas cosas”, cuenta Esdras, de redondo cuerpo cuyo peso quizá supera los 100 kilos.

Se veía mucha gente, por ejemplo, “que pasaba hasta partida por la mitad”, asegura. Luego, cita que fue testigo de la muerte de sus vecinos Ernesto Alvarez Gutiérrez, la esposa de éste, María Gutiérrez de Alvarez, y la hija de ambos, Margarita Alvarez Gutiérrez, que tenían su casa precisamente atrás del templo, y a quienes de pronto los sorprendió una ola gigante que cayó encima de su techo, por donde también encontró salida el cauce del río El Camarón.

No recuerda si fue a las 9 o a las 10 de la mañana, cuando llegaron los marinos de la 18 Zona Naval Militar, y comenzaron a rescatarlos del templo que aún estaba rodeado de agua, al colocar un riel para que uno a uno fueran bajando de la azotea. Entonces todavía vio cómo estaban tendidos varios cadáveres, así como brazos y piernas regadas en el suelo, de los que quedaron atrapados dentro de sus casas.

Más tarde se enteró que en la vecina calle Zimapán desapareció completa la familia Centell. Esa madrugada nadie pudo salvar de su desgracia a Alfredo Centell Córdova, Marbella Vergara de Centell; a sus hijas Adriana, Selene y Celina Centell Vergara; a Gabriela Marroquín Centell, José Antonio y Miguel Angel Solano Centell; a Luis Alberto y Diego Alfredo Lobato Centell, y a Daniela Meza Centell.

El niño que a Esdras García se le fue de las manos se llamaba Martín Alberto Gálvez Pichardo, su hermanita Yolanda, y la mamá de ambos, doña Yolanda Pichardo García. Del papá de esta familia –el viejito de 70 años que quedó vivo y que Esdrás también ayudó a rescatar–, lo último que se supo fue que durante casi una semana, siempre pala en mano, escarbaba sin parar la sepultada casa donde vivían, junto al templo, en busca de los suyos. “Aquí están enterrados, aquí abajo están”, recitaba todo el día. Ya hablaba solo, no comía y se consolaba con llorar.

Relleno Acapulqueño

La señora Susana Cabañas García de 52 años de edad, lleva más de 36 preparando y vendiendo el típico relleno guerrerense preparado a base de lechón horneado, platillo que le ha ayudado a salir adelante como madre soltera de dos hijas.

En un pequeño espacio en el mercado de la colonia Progreso, doña Susi, como la conocen, ofrece este bocadillo, todos los días de la semana, a partir de las 7 de la mañana.

“Gracias a Dios termino temprano de vender, como a la una, dos de la tarde ya no tengo nada, pero no crea que ahí termina mi trabajo, nos tenemos que ir a la casa para preparar todo para el día siguiente”, explica la señora, que sin saberlo, preserva uno de los guisos más tradicionales del estado.

Afortunadamente para ella, cuenta con la ayuda de sus dos hijas, Eréndira Isrra Cabañas, de 32 años de edad, y su hermana Susana, de 20. Entre las tres pelan y pican todos los ingredientes para rellenar el lechón, que según la cocinera, “tiene que ser tiernito para que salga bueno”.

Doña Susana cuenta con una clientela constante, casi sólo gente de esa colonia que conoce el sabor que le imprime al delicioso platillo, cuidando detalles como la preparación del bolillo, que tiene que ser horneado a la leña “para que quede crujiente”.

Unos 150 bolillos rellenan todos los días doña Susana y sus hijas, algunos de ellos con pollo rellenado, para los que por prescripción médica o simple preferencia, prefieren la carne blanda.

“Deme dos para llevar señito, con chicharroncito porfa”, le dice uno de sus clientes haciendo referencia a la piel del cerdo que queda doradita y crujiente, conservando toda la grasa interna que le da su sabor característico.

La señora, con extrema experiencia comercial, le pone unas cucharadas de relleno, arranca dos o tres pedazos de carne, los retaca en el bolillo, lo colma con su respectiva porción de chicharrón y sus chilitos en vinagre.

La porción que se lleva el comensal, es suficiente para llenar un estómago voraz, ya que hay pocos clientes que podrían consumir tres o más bolillos, aunque los hay, pero son los menos.

Los fines de semana son días de mayor venta para el negocio del relleno, platillo que por su sustancioso contenido, es una delicia para todos aquellos que consumieron altas cantidades de alcohol la noche anterior y también de las señoras que prefieren no cocinar y encargar bolillos.

“Los sábados y domingos tengo que encargar hasta 300 bolillos, porque vendo más y se acaba temprano. A veces tengo que preparar hasta dos cerditos porque ha habido clientes que se llevan toda la charola”, comenta la cocinera.

La receta, sigue secreta

Doña Susana, recelosa por no querer revelar el secreto que ha conservado durante dos generaciones, explica que la receta del relleno se la dio su madre, María de la Luz García Aguilera, conocida en la Progreso como doña Luchi, quien comenzó el negocio de la venta de lechón relleno hace más de 50 años.

“Mi mamá comenzó aquí abajo en la Bernal (Díaz del Castillo) y Nuevo León. Mi mamá también era de aquí de Acapulco y ella, por necesidad, aprendió a cocinar el relleno solita, por su pura intuición y sí, con la práctica pues ya le quedaba muy sabroso”, recordó Doña Susana.

Agregó que su madre ponía una mesita y todos los días preparaba un cerdito relleno, hasta el año de 1970, fecha en que se cambiaron al flamante mercado de la Progreso.

“El ayuntamiento empezó a vender los locales y mi mamá compró aquí este lugarcito de 1.20 por dos metros, no se necesita más para vender porque ya viene todo preparado, yo nada más pago mi predial todos los años”, dijo.

Especificó que el relleno, en su forma más tradicional, lleva papa, zanahoria, chícharos, piña, plátano macho, y pasitas. Con todos estos ingredientes se rellena el lechón que ya viene abierto en canal y limpio de vísceras y entrañas.

Dijo que en algunos lugares le ponen menudencias, pero ella lo prefiere de la forma tradicional.

Después de ser preparado, se mete al horno de leña en un contenedor metálico, donde tiene que permanecer durante cuatro horas para su cocimiento total.

Al final, el cerdo ha soltado toda su grasa y queda la piel tostada y la carne suave, mezclada con todas las frutas y verduras que le dan un sabor agridulce al caldo con el que se bañan los bolillos.

Este mismo procedimiento se repite, aunque con menos tiempo de horneado, en el pollo relleno, muy popular en tiempos de navidad y Semana Santa.

Después, ya en el local del mercado, la señora Susana espera a su clientela, que le comprarán alrededor de 150 bolillos entre semana y 300 los sábados y domingos, a un costo de siete pesos cada uno.

Negocio de tres generaciones

Susana Cabañas García, hija de María de la Luz García Aguilera, heredará su negocio, sus recetas y sus conocimientos a sus dos hijas, para continuar con una tradición familiar que comenzó hace más de medio siglo.

“Cuando yo ya esté cansada de trabajar, les voy a dejar el negocio a mis hijas, ellas ya sabrán lo que hacen con él. Pero gracias a Dios de aquí ha salido para poder vivir bien, para sacar adelante a mis dos hijas porque soy madre soltera”, expresó.

De ahí salió a dejar un pedido, a unas calles del mercado, después regresará para terminar su venta y partir hacia su casa a preparar otro delicioso lechón con relleno, que venderá al día siguiente en un ciclo que, para beneplácito de los lugareños, al parecer seguirá perdurando.



Testimonios de Paulina I

La madrugada de un jueves 9 de octubre, los acapulqueños se despertaron con la imagen de una ciudad transformada por el paso del huracán Paulina. Los más, los afortunados, recibieron noticias de que el huracán había afectado gravemente algunas zonas de la ciudad, así como servicios básicos como agua potable, electricidad, drenaje y dañado las vías de la comunicación. Para otro sector fue el drama. Fue perder su casa, propiedades, familiares. Se les reconoció como damnificados, aunque algunos de ellos se definen como sobrevivientes. A continuación, una serie de testimonios de ciudadanos porteños que sobrevivieron al Paulina.

El área de la calle Zimapán fue una de las más afectadas. Ahí murieron familias enteras al derrumbarse sus hogares por la fuerza del agua del río El Camarón.

Francisco Ugalde Barranco. Músico, vecino de las calles Pachuca y del río El Camarón, en La Progreso.

“Sabíamos que había un huracán, pero a ciencia cierta no conocíamos su magnitud. Conocíamos lo que decía la televisión, que era un huracán, pero no lo describían con la fuerza que venía. Los programas de radio locales no decían absolutamente nada. Protección Civil tampoco. Como siempre de los huracanes en Acapulco pensamos que era uno más.

“A las 2 de la mañana la lluvia empezó a arreciar, y ya el agua corría en las calles. Bajaba como de unos 60 centímetros de altura. Empezamos a oír gritos. Algunos de mis vecinos, eran choferes de taxis: ‘ayúdenme, se llevan mi taxi’, dijo uno. Pensamos que era un robo y cuando salimos el agua arrastraba al taxi y a otros carros más. Entonces le ayudamos a este cuate a agarrar el taxi, él estaba dentro, se lo iba llevando la corriente. Salieron otras personas, pero no lo pudimos detener. Se lo llevó hasta el final de la calle que no tenía salida y se incrustó en una casa, entre la Zimapán y la Pachuca, que se hizo río. Ahí hay muchos vecinos que son de una secta religiosa. Nosotros éramos muy respetuosos de ellos y ellos con nosotros, pero había un templo ahí a tres casas de la mía, sobre la Pachuca. La gente decía, ‘vámonos al templo’, y ya se veía crecido el río del Camarón y se veía la fuerza. Pero dijimos ‘bueno, ojalá que pase esto y ya no suba’, ‘pero está subiendo el río’, decía la gente”.

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“Me tocaron la puerta como a las cuatro de la mañana cuando ya estaba apremiante el asunto. La gente sí estaba alterada. Me dijeron, ‘véngase al templo con nosotros, porque el río está subiendo mucho’. Yo me acerqué y ya desde mi casa se veía el agua, pero la casa estaba muy fuerte. Hace una cuchilla con las dos calles, y la casa está hecha de piedra, las paredes, con castillos cada dos metros y medio como de 30 centímetros. Confiamos en la construcción, pero en ese momento la gente ya se juntaba en el templo y ya se sentía un movimiento raro. Como por intuición sentíamos que algo estaba pasando pero no sabíamos. Algunas que tenían televisión por cable decían que era un huracán terrible, pero entre lo que se dice, lo que no se dice, y lo que ves, nosotros decidimos quedarnos en la casa. Fue un error, porque la casa era de tres niveles y nosotros optamos por quedarnos en el nivel medio que daba al nivel de la calle y teníamos otro debajo de la calle, y nos subimos al tercer nivel, pero creíamos que nos protegían los muros gruesos. En la esquina de la casa había un baño grande como de siete por cinco, haciendo un triángulo, y tenía una puerta y luego estaba la recamara donde estábamos. Tenía un clóset como de tres metros por 1.20 y las puertas de madera fuertes. Esa recámara tenía una puerta de pino, grande, tipo rústico y adentro una aldabota como seguro, y las ventanas que daban al patio tenían herrería de seguridad, y vidrios. Entonces mi familia, mi mujer, dos hijas y un hijo, nos quedamos en la recamara y le decíamos a la gente que si querían entrar a la casa, y decían ‘no, no’, vámonos al templo. Eso era como a las cuatro de la mañana”.

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“Como a las 5 oíamos como que aumentaba el río y ya bajaba mucha agua, y veíamos cómo pegaba en la pared. Se fue la luz, se oía el agua y los gritos de la gente. Ahí en la Zimapán la gente le ganaba al río uno, dos metros. El templo estaba a la mitad de la cuadra, a 20 metros del río. Cuando se fue la luz empezamos a sentir la entrada de agua a la recamara, ya no veíamos. Quisimos prender una vela pero ya empezaban las piedras a pegar en la pared y comenzó a subir el agua, y se oía cada vez más fuerte el estruendo de las piedras, y sin luz sin agua. Decidimos meternos al closet. Nos dimos cuenta que ya estaban entrando como piedras. De repente se oyó un estruendo como terrible, como una explosión. Yo me imaginaba que era un tanque de gas, como esos gigantes. Y se venían más piedras, haz de cuenta que nos bombardeaban. Oímos esa explosión y luego sentimos que las piedras eran más grandes, pegaban en la pared. Hay una explosión dentro de la casa. Pensé, ‘ya se cayó la pared’ de la esquina, y la verdad el agua entró por abajo, escarbó la calle, salió por el baño y empezó a entrar con piedras, lodo, todo lo que bajaba por el río, que era de cinco a seis metros de altura. Cuando explota el baño, rompe la puerta del baño y entra a la recamara. Empiezan a pegar las piedras, todo es como una licuadora gigante, con remolinos, con una fuerza destructiva, por que las camas y todo lo de la recámara lo destruyó. Empezó a subir el agua y nos empezó a tapar. Pensamos que era el final, creíamos que no había pared, no sabíamos cómo era la explosión y había entrado el agua. Ya nos llegaba el agua al techo y nosotros atrapados, porque estaba cerrada la puerta de la recamara, entró también al piso de arriba, la cocina también la destruyó”.

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“Cuando la corriente rompe la puerta de acceso al patio es cuando comienza a desaguarse, y nos da más calma, pero seguía durísima. Cuando vimos que bajó el agua, me aventé a salir. Mis tres hijos y mi esposa me siguieron, agarrados de la mano, salimos a la puerta, pero el agua de la calle venía durísimo. Trate de agarrar un barandal para subir, vi pasar un cuerpo que agarré y ya no se movía. Lo solté. Entonces ya pudimos escalar más arriba hasta llegar al techo, y ya ahí pude ver la magnitud del siniestro. Ahí me di cuenta que no se había caído la casa y empecé a ver a toda la gente que estaba en el templo pidiendo auxilio, estaban igual, hasta el techo todos y el agua corría por abajo. El panorama era diferente, ya no estaban las casas que había, has de cuenta que era otro lugar al que habíamos visto la noche anterior. Vi una camioneta grande que se llevaba la corriente, con gente adentro aporreando las ventanas. Las piedras eral del tamaño de un volkswagen, y rodaban como canicas. Tanques de gas, muchos ahogados. De todas las casas que tenían alberca, no había nada. Yo también tenía alberca, pero ahora había cuatro metros de lodo en el terreno. Perdimos como a once vecinos. También hubo otra familia, a dos cuadras, los Centell. Murieron los once”.

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“La ayuda no se vio, más que el apoyo de los sobrevivientes, que nos echábamos la mano. Llegó la Marina como a las 9 de la mañana, con unas tablas, porque no había paso, no podíamos salir. Tomaron la escuela Amsterdam de albergue. Ahí estuvimos unas horas, pero de ayuda en sí nada mas la marina, que anduvieron rescatando a los que estaban aparte de la tierra firme, porque era como una isla. ya después optamos por caminar, por la California y nos fuimos a refugiar con un familiar de la Farallón. La ayuda no fue inmediata. Yo regresé después con mi mujer a ver qué rescatábamos, pero era imposible, no había nada. Era una casa que habíamos comprado hacía cinco meses. Perdimos todo y el lodo estaba de tres, cuatro metros, inclusive había restos de muertos. Las noticias de pérdidas de vidas humanos (cerca de 170) yo creo fueron alegres, pero creo que fueron cientos, porque las piedras trituraban a la gente, porque se veía como trituraban a la gente. En esas calles todos perdimos. Mi casa ya quedó inhabitable, quedó hueca de abajo. Ahora rentamos. Los demás vecinos que siguen no se pueden reponer. Viven junto al río, no pueden vivir en otro lado. En precarias condiciones, casas quebradas, uno que perdió su casa vive igual, con techos de lámina, venden comida. Nosotros más o menos hemos ido superando porque el trauma es muy fuerte, estuvimos a punto de morir, nada más estábamos esperando que se cayera la pared. Las casas no ofrecen garantías para otro fenómeno igual, las presas gavión no es una infraestructura de a deveras. Acapulco es así, se debe dar prioridad a lo de arriba para que no baje, pero los arreglos que se hicieron esa vez no crearon una infraestructura fuerte, no hay cultura la gente sigue tirando su basura en el Camarón”.

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“Una de las experiencias que conocí de los vecinos fue de un señor que vivía con su esposa y dos niños, fue dramático. Cuando entró el agua a su casa, él vivía pegado a El Camarón, la fuerza del agua le destruyó la pared. Le mantenía la fuerza del agua pegado a la pared y él viendo como se desaparecían con el torbellino del agua su esposa y sus dos niños. Pasó el temporal y buscó a sus niños. Le dijeron que su niña podía estar un depósito de cadáveres en la UDA. Cuando llegó a identificar a su hija, me acuerdo que estaban dando dos mil pesos por cadáver, para la caja o algo así, cuando él llega a identificar a la niña estaba otro tipo abrazándola y diciendo ‘mi hija’. O sea que se prestaba para la rapiña, y le preguntó ‘cuál hija si es mi hija’, y le contestó. ‘no, es mi hija’; ‘por qué es su hija’, y él la reconocía bien, traía unos aretitos, algo así, total que era una rapiña de ese tipo que estaba llorándole a la niña para que le dieran los dos mil pesos”.

Urbaneros II

No es la "rueda de la fortuna", ni tampoco la "montaña rusa". Más bien parece que se paga el boleto para el "ratón loco" versión acapulqueña. Y es que los viajes en los urbaneros o camiones urbanos, son eso: viajes ala feria con los subes y bajas que enferman al estómago más aletargado, rompen los nervios más templados y enervan al más frio.
Pero, venga, comencemos la aventura en la misma parada. ¿Cuál te gusta?, la del ex Cine Río. El camión es de esos que desde que salieron de la armadora, el piso no ha recibido ni una trapeada. Las sillas de plástico, apenas el trapazo para que el usuario no haga cara de fuchi al sentarse. Un usuario extiende un billete de 20 pesos, Aunque la marimba esta llena de monedas, el chafirete le dice: "Luego le doy el cambio". Generalmente, los dos primeros asientos detrás del chofer son de respaldo y mugrienta tela que fue café o gris. ¡Vacacional!, grita el chalán, mientras que el chafirete le da una moneda para el oficial de tránsito quien sin asomo de vergüenza la toma y se aleja.
- Joven, ¿me puedo sentar? - Dice una viejita de trenzas grises, naguas floridas y zapatos sucios de tierra, con tremenda canasta llena de verduras, luego de pagar los $3.50 del viaje (hombre, que los señores del volante utilizan el Maxitúnel... ¿para acortar el sufrimiento de los viajeros?).
El chofer con menos de 20 años a cuestas y cigarrillo ladeado en los labios, ceja levantada, la mira por el espejo y responde. - No, están apartados. Pásese para atras que hay espacio -, le dice y la señora con mucho trabajo se apresta a atender la ¿invitación?, no fuera que el sujeto con menos de 20 años a cuestas, se fuera  a enojar.
Metros adelante, dos chamacas de faldita y blusa entallada, maquilladas en demasía para su juventud y dispuestas al chacoteo, se suben con presteza. Chalan y chofer cruzan miradas y sonrisas: Las invitan a sentarse y comienza el "ligue": ¿cómo te llamas? ¿hasta dónde vas?, ¿estudias o trabajas?... Verbigracia la juventud puede entenderse con semejante estruendo.
Como para afianzar la "amistad", el cafrecito cambia de música y sube el volumen. Comienzan las notas de los Backstreet Boys "All you people can't you see, can't you see
How your love's affecting our reality, Every time we're down, You can make it right
And that makes you larger than life". O la de Britney Spears "My loneliness is killin me,
I must confess I still believe, When I'm not with you I lose my mind, Give me a sign, hit me baby one more time!". O alguna de las rolas de moda (Los de la franja amarilla -que van a La Laja- no se quedan atrás, solo que aquí la diferencia es que, como pasan por centros escolares, las bocinas distribuidas a lo largo de la "caja sonora hecha de lata" es Marilyn Manson o The Cure. A veces, de perdida, ponen a Mana "cachito", Mercurio o Alexs Syntexs y su "sexo, pudor o lagrimas".
Arrancón de por medio, es cuando realmente el usuario se pone a pensar si están en el "raton loco" de Chapultepec o en un camión. Frenada, bajan y suben pasaje en donde quieren. Nuevo arrancón. Nueva parada. El ruido es insoportable. Comienzan las carreritas con otro cafrecillo de  igual calaña. El otro camión va con 4 chalanes igual de jóvenes. Comienza el intercambio de palabrotas y sonoras carcajadas. Más arrancones, mientras el viejo trasto suena como a una maraca metalica.
¿El cambio del señor? Pobre hombre; se bajó y ni chalán ni chofer le recordaron; al arrancar ambos soltaron tremenda carcajada y un espantoso epilogo:
- Eso le pasa por pendejo -. ¿La viejita? Por fin logró un asiento. ¿El ligue? De ése ya no me enteré.

Urbaneros I

Centro-Garita-Vacacional, Mercado-Azteca, Base-Caleta, Cine Río-La Base. Aunque las rutas de transporte urbano son diferentes, todas llevan a las colonias de la periferia con un mismo ritmo: el de la canción de moda que puede ser a ritmo de cumbia, disco, pop, norteña y hasta merengue-rap.
Los propietarios de autobuses invierten dinero para equipar sus unidades con equipos de sonido que proyectan su sonido más allá de las unidades, ya sea con el fin de atraer a jóvenes o para satisfacer los gustos de sus choferes.
Un camión “bien equipado”, según el criterio de los operadores, debe contar con un autoestéreo, con reproductor de discos compactos, ecualizador, amplificador y un sistema de bocinas surround con dos pares de bocinas principales para colocar al frente y detrás del vehículo, tweeters y una bocina de bajos (bass sound) colocada en la parte trasera.
Este equipo marca un nivel de estatus entre el mismo gremio de los camioneros y mientras más caro y sofisticado sea el sonido, serán más cotizados y respetados como conductores.
“Yo ya llevo gastados como seis mil pesos en el equipo, entre bocinas y aparatos, pero sigo invirtiendo porque me gusta. No me ha importado mucho gastar porque como se la pasa uno todo el día aquí trepado, pues por lo menos que vaya uno oyendo buena música y con buena calidad”, expresó Miguel Martín Soriano Díaz, propietario de una unidad que él mismo bautizó como La Paloma.
“A nosotros nos gusta traer un buen sonido porque siempre impresiona a las chicas que se suben, y muchas de ellas nos hacen platica porque lo que sea de cada quien, uno que trae su camión bien prendidito pues se cotiza entre las chavas. Yo por eso traigo mi ‘asiento ejecutivo’ aquí atrasito y ese está reservado para las jóvenes guapas y solteras”, dice sonriente el conductor de la ruta Centro-Vacacional.
A pesar de que en repetidas ocasiones ha habido operaciones de la Secretaría de Protección y Vialidad para suprimir este tipo de prácticas argumentando que “distraen y provocan accidentes”, los choferes de camiones han impuesto su moda entre la población, soslayando las imposiciones reglamentarias.
“Nunca se va a librar uno de la poli, siempre están encima de uno pero no porque les interese la seguridad de la gente, sino porque quieren su mochada y uno, para quitárselos de encima, pues les tenemos que dar 10 o 20 pesos cuando la hacen de jamón que por el ruido o por hacer parada indebida”, narró el operador y propietario Soriano Díaz.
La música que, por ser los amos y señores de sus camiones, imponen al pasajero, varía según la edad y preferencias del chofer. Los géneros son tan variados como el número de unidades existentes: cumbias, tropicales, baladas, merengue-rap y pop dominicano, éxitos en inglés, clásicos de los ochentas, disco, rap, salsa y artistas como Joan Sebastian, Los Bukis, La Banda del Recodo, Tigres del Norte, Proyecto Uno, Los Yonics y hasta artistas en desuso como Napoleón y Ricardo Ceratto.
En un día normal, una persona puede llegar a subirse hasta a cuatro camiones, en los que sin otra opción tendrá que escuchar la música que seleccione el conductor.
Los choferes de los camiones urbanos se han convertido en el principal monitor de un Hit Parade popular acapulqueño, promover entre la gente de la localidad canciones como Papi Chulo, Golosa, Ya no eres mi bombón, Pan con pan y muchas otras que son exclusivas de este medio de trasporte y que por lo general, por su estilo cachondo y liberal, no se transmiten en las estaciones de radio.
Por lo general, las canciones que hablan de una sexualidad abierta como Dame tu cuchi cuchi son las preferidas entre los conductores que por su juventud, ponen como mensaje indirecto a las pasajeras que merezcan esta atención.
La parafernalia visual
Los conductores pasan recorriendo su ruta de seis a 10 horas diarias por lo que desarrollan un apego especial por sus vehículos, cariño que demuestran con la decoración de los interiores y exteriores de los mismos. En la cabina del conductor, el pasajero podrá encontrar en un marco de luces de neón, torretas policiacas o focos de colores, desde imágenes religiosas y versículos de la biblia hasta dibujos de mujeres en actitud provocativa, pasando por peluches, discos compactos, sujetadores para el cabello, fotografías del conductor frente a su unidad, monitos de plástico, billetes y monedas para la buena suerte y hasta prendas íntimas de mujer que se exhiben en cortinas de terciopelo rojo que se colocan en la parte alta del parabrisas.
En el exterior, algunos propietarios pagan de cinco a 15 mil pesos para dibujar en los medallones, costados y cofre del camión, imágenes realizadas con la técnica de pistola de aire, que van desde una virgen de Guadalupe, Jesús en el Calvario, sirenas, imágenes de deidades prehispánicas, demonios, depredadores, calaveras, amazonas con un tigre de acompañante y hasta personajes de las caricaturas como Pokemon, Bichos, Don Gato y su Pandilla, la Pantera Rosa, Daniel el Travieso y Monsters Inc.
“Yo escogí a los personajes de Monsters Inc. porque son chistosos, además para atraer a los niños y que se vea que es un transporte familiar, muchas veces, las señoras con sus niños no se suben si ven que traes mujeres encueradas, no nos hacen la parada”, comentó Gabriel Solano Martínez, otro operador y propietario de un camión de la línea Centro-Garita-Renacimiento.

Chilateeeeeeeeeee

En uno de los entronques que comunican a las diferentes naves del mercado central, se encuentra una rústica mesa de madera cubierta por un mantel de plástico. En ella, las señoras Martha Molina Comino y María de Jesús Valdivia Molina venden una tradicional bebida creada en la región de la Costa Chica guerrerense: el chilate.

Estos dos puestos, únicos en todo el mercado, son visitados continuamente por clientes y locales que buscan mitigar la sed y al mismo tiempo poner algo sustancioso en el estómago.

Desde hace 20 años, las orondas mujeres –son primas– venden la refrescante bebida en el Mercado Central.

Viviendo del chilate

Martha Molina Comino se hizo chilatera  gracias a una receta que le heredó su suegra quien nació en Ayutla, tierra que proclama como la cuna del chilate.

“Yo lo doy a cinco pesos el vaso de plástico y la bolsa con popote para llevar, y tengo estos vasos de vidrio que se los toman aquí pero les cabe menos, estos los doy a cuatro pesos. Nos cuesta como 100 pesos para hacer un garrafón, no se cuántos litros salgan.

“Esto no nos deja mucha ganancia, pero es lo que tenemos para vender, no tenemos otra cosa”, expresa la chilatera.

Comentó que no pagan renta porque son propietarios del “pedazo” (un espacio de unos 10 metros cuadrados) desde hace 20 años.

“Con la remodelación que hicieron pues nos tiraron los mostradores que teníamos de cemento y las sombrillas por eso ahora tuvimos que comprar madera para hacer nuestras mesas y pusimos lonas para tapar el sol y la lluvia y así la vamos llevando”, explica.

También comentó que cuentan con un “líder” en el mercado central, pero que en este momento es inexistente por la transición del gobierno.

“Tengo siete hijos todos grandes, esa que está ahí con la nena es la mayor tiene veinti... ¿cuántos años tienes hija?”, su hija contesta que 29 y doña Marta continúa su relato, “el menor tiene 15 años y está en la secundaria, con este negocio saqué adelante a mis siete hijos porque mi esposo nos dejó desde hace 15 años.

“Ya ahorita ya todos están casados, pero de aquí mando a mi hijo de 15 a la escuela, sale para lo poquito que lleva él”, dijo doña Martha.

“Ahorita saco como 100, hay veces que hasta 300 pesos pero en una buena época; ahorita no hay mucha venta, está muy tranquilo”, se queja pero no deja de atender a sus clientes que llegan por su vaso de chilate.

“Mi suegra me enseñó, ella vendía aquí desde que era joven, pero después se enfermó y yo seguí vendiendo, hace más de 20 años. Ella es de Ayutla de allá es el chilate, de allá de la Costa Chica, allá nació y ya después lo trajeron para acá”.

Las chilateras tienen que revolver la bebida con una tasa o medida de medio litro con la que recogen la bebida para después dejarlo caer sobre la olla desde arriba, como una cascada, este movimiento lo repiten una y otra vez para que no se asiente el polvo que se forma con la materia prima de este refrescante líquido.

“No lleva leche, esa espumita que se le hace por arriba es la cremita que suelta el cacao y se le hace porque hay que estarle removiendo para que el polvito no se le asiente, para eso hay que estarle eche y eche, sino cuando lo sirve uno, pues no va a saber igual”.

Por su parte, la prima de doña Martha, María de Jesús Valdivia Molina, apenas tiene un año vendiendo chilate por ser la sucesora de su madre quien le enseñó a preparar el chilate y le heredó su negocio que comenzó también en Ayutla de los Libres, municipio de San Marcos.

“Mi mamá tenía como 50 años vendiendo en Acapulco pero después me dejó vendiendo pero me tuvo que enseñar primero. No me puedo quejar tanto; más o menos nos deja por lo menos para irla pasando. Yo tengo cinco hijos y el menor tiene ocho años, los mayores ya están casados. Trabajo para mí y para mi niño, el que tengo en la escuela”, explicó.

María de Jesús se levanta a las cinco de la mañana en su casa ubicada en el Coloso, en la comunidad llamada Apolonio Castillo, para llegar hasta el mercado central a las seis y media de la mañaña, hora en que empiezan a circular los clientes.

“Cuando hay venta se venden dos o tres garrafones, cuando no, pues uno o uno y medio”, explicó mientras despachaba un chilate en bolsa de plástico a la que coloca un popote y le hace un nudo. Lo primero que hacen los clientes cuando reciben su agua de chilate, es tomar un sorbo del popote con un gesto de satisfacción.

Con algo de recelo por ser la bebida que significa su sustento, doña Martha le mueve a la olla y platica el método de preparación del chilate.

“Para un garrafón de agua se añaden medio kilo de cocoa, tres kilos de arroz y unos ocho pesos de canela molidos. Ya que está hecho polvo, se le pone agua y se vuelve a pasar otra vez por el molino, así se hace la pasta que se disuelve con agua y se le dan dos coladitas y ya que está colado se le pone el hielo y el azúcar”, explica a grandes rasgos la vendedora.

Ella menciona que todos los ingredientes se venden en el mercado central, pero para ser un chilatero profesional, es necesario tener un molino en casa para preparar la mezcla.

“El cacao viene en semillitas y ya nomás nosotros lo molemos. Todo se muele crudo, el cacao, el arroz y la canela, se revuelve y se vuelve a moler para que salga la pasta”, explica doña Martha.

Cine Porno en Acapulco


La imágenes de la pornografía en Acapulco no está sujeta exclusivamente a los videos que se ven en la intimidad de los hogares, también existen lugares públicos, cines que exhiben producciones clasificadas como triple X en salas que pueden albergar hasta 300 personas, pantallas panorámicas con calidad de 35 milímetros y películas originales en formato VHS proyectadas con un cañón tricromático de video.

Con títulos como Sodomía no stop, La sensual animalita, Extasis Oral, Leena está hechizada y muchos otros, tres cines en Acapulco abren sus puertas a partir de mediodía para que jóvenes, adultos, viejos y hasta parejas, entren a ver sus fantasías sexuales a un costo de 25 pesos.

En Acapulco existen tres cines que pertenecen a una sola empresa, Aca Cinemas, que se dedican a exhibir películas pornográficas, que en su clasificación XXX exhiben sexo explícito en parejas y grupos heterosexuales en las calles de Ejido, colonia Hogar Moderno, Plan de Ayala, en la Progreso y Cinco de Mayo, en pleno centro porteño.

Las funciones comienzan a partir de las 12 horas y continúan hasta la media noche; con el costo de un boleto, el espectador puede permanecer en la sala el tiempo que desee y ver dos películas cuyas producciones se realizan principalmente en Hollywood y en países europeos como Francia e Italia.

El programa incluye la proyección de dos películas como Pensamientos peligrosos y Private Please en Plan de Ayala o Excitaciones y American Booty en Ejido, con actos explícitos en los que participan actores de la farándula porno estadunidense con nombres tan sugerentes como Rocco Siffredi, Pussicat, Emmanuel Cristale, Cal Jammer, Deborah Welles, Anita Dark, Catherine Meynard, Alan Phillippe, Stephani Sartori y directores como Patrick Aubim, Tony Yanker y Alan Perry.

Uno de los dos Acacinemas que hay en el puerto, –el que está ubicado en la avenida Ejido, el otro está en el antiguo Cine Tropical– proyecta sus cintas en formato de 35 milímetros que ofrece una mejor nitidez de la imagen, mientras que los ubicados en el centro y en la colonia Progreso (Cinema Dorado 2000), utilizan el formato de VHS, aunque proyectan exclusivamente películas originales de las compañías americanas Hardcore Inc., Transamerica Video Corporation, Private y Black Label, entre otras.

Sin embargo, aunque la exhibición de este género cinematográfico esté permitido, aún existen reglas impuestas por la Secretaría de Gobernación que prohibe que se exhiban en estas salas actos de homosexualismo, zoofilia, sadomasoquismo y pedofilia.

¿Vamos al cine?  

Los espectadores de la pornografía llegan solos al cine; un tanto recelosos, checan los alrededores, la cartelera y las próximas películas a exhibirse, se acercan a la taquilla, compran su boleto y pasan rápidamente a la sala.

En realidad no importa si se llega un poco tarde o a media película ya que la trama es muy escasa en este género, lo importante es captar la acción hard core.

El jueves en la tarde había 12 personas, todos hombres, muchos de ellos sentados hasta atrás, en los lugares que estén más alejados y con más penumbra, no se ven personas que estén sentados juntos, al contrario, alejados unos de otros.

El ambiente es denso, hay un olor a sudor impregnado en las butacas, polvo que se desprende de las paredes del cine.

La película, (Sodomía no stop) una producción italiana, está rayada ya por el uso.

El audio es pésimo, los sonidos incidentales han sido borrados para dejar solamente los diálogos, que se reducen a algunas palabras, gemidos, gritos, exclamaciones de placer y una música melosa. De fondo se escucha una máquina, el proyector Xenen 2000 de más de 20 años de existencia, cuyo mecanismo y lámparas aún funcionan, aún con algunos remiendos. El amplificador es un Phillips, modelo 1980.

La pantalla, de seis metros de alto por 10 de ancho, hecha con lona, refleja escenas que suceden en la sala de una casa antigua europea, un chalet en el bosque en el que se encuentran 15 mujeres y 10 hombres desnudos que ejecutan actos sexuales de todo tipo.

La actitud de los espectadores es contemplativa, reflejan cierto nerviosismo al moverse continuamente en sus asientos y voltean hacia otros lugares ocupados.

“Aquí viene de todo”  

Un empleado de uno de estos cines, quien decidió no dar su nombre a este diario, narró que en su experiencia de 15 años ha visto cosas sorprendentes.

“Aquí viene de todo, desde muchachos de la universidad hasta señores ya grandes que vienen en pareja a ver las películas”.

“No permitimos el acceso a mujeres solas porque puede ser muy peligroso. Ya saben que aquí pasamos películas pornográficas, de contenido muy fuerte y los hombres que vienen aquí pues están excitados y preferimos evitar que les falten al respeto”, dijo el empleado.

Narró que en una ocasión llegaron dos señoritas a ver una película porno: “ya sabían a lo que venían, pero no aguantaron ni 10 minutos en la sala porque aquí se ven cosas muy fuertes”.

El cuarto de proyecciones está tapizado de posters de películas antiguas, todas pornográficas, la lámpara que da vida al proyector, un bulbo de 1500 watts y el temporizador que da continuidad a la acción a razón de 24 cuadros por segundo.

“Aquí tenemos este proyector de cañón, Panasonic, es el que usamos cuando se descompone el Xenen, tenemos películas en VHS originales que las compramos a 200 pesos cada una, en realidad todas las películas las filman en formato de 35 milímetros y luego las pasan a video, a nosotros nos sale más barato comprar una original VHS que rentar cuatro rollos para una película en 35 milímetros, pero la calidad es mucho mejor y con un buen lente, la pantalla se puede hacer hasta de 12 metros de largo”.

En su carrera como encargado del negocio, se ha encontrado con escenas muy parecidas a las que se proyectan en la pantalla.

“Aquí vienen de todo, mayates, maricones, prostitutas y hasta parejas. Para eso tenemos el papel de baño porque es obvio que si viene un hombre solo pues se va a masturbar y mejor que se limpien en el papel y no en las butacas. No, no les decimos nada, cada quien hace lo que quiere, mientras no se droguen en el cine, pues cada quien su vida. Una vez me tocó ver cómo una pareja se sentó hasta adelante y empezaron a hacer el amor, cuando terminaron se paró uno de la fila y le dijo algo a la mujer, cuando vi ya lo estaba haciendo con ella y su esposo o su pareja, nada más los estaba viendo”.

“También es muy frecuente que vengan señores ya grandes muy bien arregladitos y se ponen a hacerles el sexo oral a los clientes, todo pasa sin ningún problema, se arreglan entre ellos y mientras no haya violencia, pues no nos metemos. No, nunca he visto que se golpeen o se peleen en las salas, al contrario, todos salen muy relajaditos”, finalizó.

Tacos Joven

¡Tacos joven...! aunque sean de perro. Y es que en la historia de Acapulco mención merece el drama del mataperros que los convertía en deliciosos tacos, acompañados de sus salsitas bien molidas o picadas. Según el relato gastrónomico de la década de los 70's, un taquero apodado "el chino" vendía estupendos tacos en la esquina de Mina y Melchor Ocampo, de tal suerte y fama que, por lo menos cada media hora atendía a 30 personas. La suerte y la fortuna le sonreían. Taquero que albeaba de limpio, su carrito era el oasis para el hambriento, mientras que, buen comerciante, anunciaba a viva voz: ¡Tacos de perro... pásele a sus tacos de perro!.
Sin embargo, cometió craso error: Un día golpeó a su esposa y, ¡pácatelas!, que lo denuncia la señora ante las autoridades de salubridad: ¡Su marido desaparecía perros y reaparecían como... Suadero de perro! Armosé tremendo escándalo, dejando "súpito" a más de un cliente: en efecto, en la casa del interfecto se localizaron piel y patas de can.
Detenido y ante el MP, "El chino" se defendió: Nunca engañó a la gente, pues su "grito de guerra" anunciaba que, en efecto, su tacos ¡eran de perro!. Por supuesto que, ante tal declaración no hubo más que el perdón. Sin embargo, "el chino" desapareció. Nadie volvió a saber de él. Quizás viva, tal vez no, pero lo cierto es que su figura pasó a la historia del pueto. Moraleja: "Peléate con el diablo, menos con tu esposa". La pregunta para los ciejos conocedores de tacos de Acapulco: ¿quién no comió alguna vez, los famosos tacos de perro?.
En acapulco, como en muchas partes, el consumo de tacos de toda clase es algo normal. Los hay en las colonias más humildes y en las fresas también, aunque éstos en locales establecidos. Algunas cosas diferencian a los taqueros: que el mandil y la cofia o gorrito estén más blancos y menos grises, que agarran el dinero co la misma mano y otros un boletito o nada, que el cilantro y la cebolla los lavan con chorro de agua o cubeta, y otros detallitos que mientras no provoquen una infección estomacal de mirame y no me toques todo está bien. Sin embargo, hay algo inconfundible que los hermana o distingue... Adivinaste: taquero que no baila mientras prepara el delicado manjar, no es taquero. Y si no, observalo,  menean la cadera y mueven los brazos, mientras las manos con filoso cuchillo saca tajaditas de pastor y cortan pedacitos de piña o cebolla, esparcen cilantro y cebollita bien picadita y doblan la diminuta tortilla de los tacos.
Pero, ¿qué les hace tan atractivos (a los tacos)?, que no obstante algunos carritos están vecinos de las rejillas del drenaje de donde emanan olores fuertes, la gente se agolpa, para una orden chiquitita de tacos.
Uno de estos diestros taqueros me obsequió parte de la receta, a saber: la carne de "pastor", suadero, bistec, longaniza; con las tripas no me meto por que no son muy solicitadas y llevan otra preparación, por lo que no saben de dónde la traen. Los taqueros  se limitan a cocinarla, pero desconocen con que las marinan o qué especies y en qué cantidad le ponen. La de "pastor" ya llega embarrada con un achiote o salsa rojiza especial que, dijo el taquero, ni él sabe en qué consiste, "pero seguramente trae algo de tenme acá", ¿Juat? "Sí, para que el cliente regrese" y suelta la carcajada.
Con "tenme aca" o no, otro éxito de las taquerías son las salsas. Porque ¡óigame!, si no hay salsa picada mexicana, de puro chile, de aguacate y crema, roja o verde de aguacate sin crema, bien picosas, en buena cantidad y distribuidas estrategicamente (que permita darle un codazo al de lado o encimarse en su plato), no es una taquería. ¿Cómo las preparan? Mejor ni saberlo.
¿El secreto? Celosamente guardado por los taqueros, porque dejénme decirle que algunas, aunque tienen la misma apariencia, les falta ese saborcito, esa cantidad de chile y sal justa que las hace tan deliciosas.
También chiles en vinagre, para quien lo prefiera, además de que las cebollitas resbalosas de grasa (de la carne, de la longa y del aceite de botella) y calientes hasta para quemar la lengua, son muy solicitadas.
Si usted quiere apagar ese fuego, no hay como un buen vaso de agua fresca, que sólo Dios y ellos saben si el agua es de garrafón o.... no, de jamaica (dicen las autoridades de salud que ésta es menos peligrosa porque hierven la jamaica) o de horchata  (cuidado, por que fermenta muy rápido el arroz) con un montón de hielo de barra fragmentado. ¡¡Buuuuuuurp!! Perdon y buen provecho.

Teoría del Silencio

Desde luego buena voluntad no me falta, pero en este momento no tengo ni idea de qué cosa pueda ser "La Teoría del Silencio", ni de qué escribir al respecto. Pero como tengo un lema desde que era un niño que dice "Yo Me Atrevo", allá voy.Empecemos por "El Silencio de Dios" -que es el más explotado- que dice más o menos que Dios se calla ante todos los crímenes e injusticias que la gente mala comete y que tienen que sufrir las personas buenas y decentes porque si no se cometieran todos esos crímenes e injusticias que tienen que sufrir las personas buenas y decentes, tendrían que sufrir otros crímenes, injusticias, y desgracias peores. Ejemplos de esto los hay a millones: Un rico se enfada con un joven pobre porque cree que le ha robado una bolsa de oro y en la paliza le rompe una pierna, -por lo que el joven que era inocente y no le robó la bolsa, no pudo viajar en un barco que después naufragó y el joven se habría ahogado-. Pero si en la pelea el joven hubiera sido el ladrón y le hubiera además partido al rico la pierna también sería estupendo, porque así el rico habría tenido que ir a un hospital y le habrían descubierto y curado a tiempo un cáncer que le habría matado tres meses después. Y el joven sería detenido por la policía, metido en la cárcel, donde aprendería un oficio, se regeneraría y fundaría una familia y sería feliz todo el resto de su vida. Y si en vez de regenerarse se convirtiera en asesino profesional tanto mejor: Porque si una cosa o por la otra todas sus víctimas saldrían ganando al librarse de desgracias muchísimo peores que la muerte.Las Teorías de "El Silencio de Dios" se basan en el supuesto de que Dios conoce el Futuro, y en el hecho de que la gente normal y corriente no lo conoce, ni aun yendo a consultar a una adivina. Hasta ahí no cabe nada que objetar, -salvo la manera tan tramposa en que lleva Dios al mundo, dejándolo en Guatemala para que no caiga en Guatepeor-.Personalmente, yo creo y comprendo que desde la cumbre de una montaña se contempla el paisaje mucho mejor que a ras del suelo y se posee más y mejor información. de la que puede  tener el caminante. Las personas mejor informadas pueden tomar mejores decisiones.

Mi "Teoría del Silencio" es la siguiente: Quienes van por malos caminos terminarán de mala manera.  Y quienes se guían por Principios razonablemente inteligentes y honestos van por buen camino. Ocurre pues que entre el creyente y su Dios particular -sea el que fuere- se establece un tácito sobreentendimiento que Obliga al Dios a mover inteligente y honestamente los Imponderables del Azar a la vez que obliga al creyente a actuar diligentemente en las tareas y trabajos que le competen para la plasmación de su ruego a La Divinidad.Bueno, pues este esquema de "colaboración y equipo" entre dioses y humanos es perfectamente aplicable al mundo de las personas en todos y cada uno de los casos en que haya algún trabajo que realizar, alguna tarea que compartir o algún objetivo común. Siempre hay dos niveles: En el mundo laboral hay el Nivel del Empleador que es el que paga y el que debe facilitar al empleadolos medios necesarios para la perfecta realización del trabajo Convenido y hay el Nivel del Empleado -que es el que cobra por su trabajo y debe cumplir lo previamente acordado con diligencia y buen hacer-; sobran las palabras y Reina el Silencio. Si el Empleador o el Empleado hace trampa y no cumple lo pactado, automáticamente El Equipo queda roto, sin dar más explicaciones. Y este mismo esquema de "colaboración y equipo" es aplicable a la pareja y a la familia y a la religión y a todas las formas de Asociatividad : Quienes hagan trampa se excluyen a sí mismos del Equipo. Y si son  la mayoría, el que tiene que excluirse del Equipo es uno mismo sin dar más explicaciones. Debo estar enfermo de la garganta o algo así porque no me siento con humor para hacer chistes en un tema que se presta tanto a ello. Hoy he tenido un encontronazo con los compañeros de una compañía teatral con cuyo director concerté la realización de unas obras : La discusión fue acerca del uso de teléfonos celulares, -lo que les daba a ellos todas las ventajas pues  pueden avisarme en caso de la cancelación de los ensayos y aun así faltaban sin previo aviso-. Llamé al director de la compañía , una persona razonable, y le expliqué muy educadamente que con tales elementos es como se fomenta en  las sociedades la desidia y el paternalismo, pues hasta yo -si fuera en aquel momento Presidente o algo parecido- habría puesto a esas lacras en el primer avión que saliera de Acapulco para cualquier destino extranjero, y pagándoles el pasaje de mi bolsillo con mucho gusto-.Tengo "Planes de Silencio" para mañana. Por lo pronto ya he despedido a varios de  esos zánganos del elenco asignado a mis obras, y estoy muy dispuesto a cambiar de compañía, resarciéndome de los gastos  u haciendo algo de provecho, -según el Principio expresado más arriba, que dice que "Quienes van por malos caminos acabarán de mala manera"-. Yo en cuestiones de Principios soy totalmente serio. Por eso no me extraña absolutamente nada la desastrosa situación en que se halla México  -y me parece justo si es que la gran mayoría de los Mexicanos son como los de esta tarde- En caso contrario, retiro lo dicho, y me lo tomaré como "una rara excepción". Pero la cosa va por ahí: "La Teoría del Silencio" es que, si hay buena fe y lealtad al equipo, ya todo Está Dicho, y si en cambio, lo que hay es mala fe y deslealtad al equipo, ya no hay nada que decir.

Bache nuestro de cada día


La vida tiene altas y bajas,  cuando estamos abajo, decimos que pasamos por un bache. A veces perdemos el trabajo, nos va mal en el amor, nos suben el iva o nos hacen brujería, son cosas que suceden, gajes del oficio dirían algunos, nos ponemos tristes, nos deprimimos y simple y llanamente pasamos por un bache, parte de lo que llamamos vida; sucede de vez en cuando. Si Acapulco fuera como la vida, cada diez minutos estaríamos deprimidos. Hay baches por todas partes: Hay baches en la costera, hay baches en Cuahutemoc, hay baches en constituyentes... vamos, que hay baches hasta debajo de los baches.  Si usted amable lector, tiene la desgracia de poseer un automóvil en esta ciudad, se dará cuenta que no hay día de  Dios donde no caiga en uno. Yo mismo he tenido la desgracia de ser víctima de ellos:  El otro día iba muy feliz a mi trabajo por la avenida constituyentes cuando ¡¡¡¡Boooooooom!!! La pobre transmisión chillo como rata moribunda. Había caído en un bache que parecía cráter. Dije, bueno Antonio, no te preocupes, a todos nos pasa, es solo un bache, el coche no se desbaratara por eso. Y seguí mi camino por Niños Héroes, súbitamente mi cráneo golpeo con el techo despertando las pocas neuronas que me quedan,
¿un golpe? ¿los amortiguadores? ¿Superman? No, otro bache (hey, ¿se da cuenta que Niños Héroes esta plagado de ellos?), a este punto pense: tranquilo Antonio, solo debes ir al periódico y de ahí la escuela té queda a dos cuadras. Iluso de mí, daba vuelta para estacionarme frente al periódico, cuando todo el coche se fue directo al infierno, de alguna manera no vi una zanja que sabe quien la había cavado con la intención de darle trabajo extra a las llanteras. Tendrían que sacarme con grúa, el hoyo tenia por lo menos dos metros. Es extraño, parece que los baches se reproducen como el acné: aparecen donde menos los esperas y se quedan ahí una eternidad. Siempre me he preguntado si existe alguna oficina, ministerio, delegación o cofradía que se haga cargo del mantenimiento de las calles, pero no creo, tal parece que existe un ministerio abre baches (¿mencione que abundan?), porque estos se reproducen a una increíble velocidad. Total, salí como pude del agujero y pense: Ya no puede pasar nada peor. Nueva equivocación, la calle Urdaneta parece campo de batalla afgano: lleno de cráteres. La descripción es adecuada, las víctimas civiles son las transmisiones, llantas, amortiguadores y finalmente, los bolsillos de los pobres y sufridos conductores de esta ciudad. Aunque debo decir que tienen efectos benéficos en el ser humano:
  1. Los baches mejoran la memoria.  Por necesidad, las neuronas hacen nuevas sinapsis cuando tratamos de recordar los chorrocientos mil baches y no caer en ellos.

  2. Los baches mejoran los reflejos. Los conductores de Acapulco son mundialmente reconocidos por tener la coordinación ojo-mano más rápida del planeta, solo vea a esos taxistas esquivarlos.

  3. Los baches desarrollan el sentido del sonar. Los acapulqueños parecen tener un sexto sentido que les dice aun cuando llueve donde hay baches, atención: esto se desarrolla con el tiempo y después de desbaratar tres suspensiones.
Al final, aprendes a convivir con los baches, si vives en Acapulco; tu coche jamas quedara bien y siempre sonara como matraca, total, hay tantos baches como para no repetir en un año, es el bache nuestro de cada día.

Cuando muere una ciudad


Desde que tengo uso de razón he vivido en Acapulco. Los primeros recuerdos que tengo, eran de una ciudad cálida, personas amables, playas hermosas y muchos turistas. Durante los setentas habían menos edificios, vegetación abundante, el calor no era asfixiante. Era una ciudad tranquila donde se podía crecer sin sobresaltos.
Ahora las cosas han cambiado, las áreas verdes se reducen casi a diario. Los parques los utilizan como mercados, los automóviles son tantos como personas, especialmente el transporte público, ya no hay lugar en las calles para la cantidad de vehículos que circulan.

La inseguridad merece su párrafo aparte, en los viejos días era extraño saber de un crimen violento. Es decir, siempre hubo criminales pero hoy en día utilizan la violencia con saña. No es extraño abrir el periódico y saber de tres ejecuciones, de decomisos de drogas (http://www.suracapulco.com.mx/justicia.htm). No es que culpe a los que trafican con mercancías de dudosa reputación, el fenómeno se veía venir desde la década pasada, cuando los últimos alcaldes priistas de la ciudad gobernaban, caso específico de Rene Juárez Cisneros, quienes se esforzaron por destruir lentamente al puerto.

Desde el punto de vista de los visitantes, la cuestión se presenta diferente. Tengo un amigo norteamericano llamado John. John viene tradicionalmente a pasar sus vacaciones aquí, sin embargo, esta vez decidió que movería sus operaciones lúdicas a Tailandia ¿las razones?
1-. Sus amigos se espantaron, huyeron despavoridos con el asunto de las redadas gay y pedofilia.
2-. La ciudad se ha vuelto insegura, él mismo fue asaltado.
3-. La ciudad es cara, comparada con otros centros vacacional les cuesta a nuestros visitantes hasta tres veces más venir.
Los visitantes tienen la opción de irse a otro lugar a vacaciones ¿pero que hacemos nosotros que hemos hecho toda una vida en esta ciudad? Estamos atados a una industria turística decadente, una inseguridad galopante, impuestos que rayan en la esclavitud y lo que es peor, gobernantes cada vez más brutos, ineptos y corruptos.
Es triste ver como mi ciudad muere cada día, ante tal perspectiva, doy unos puntos fáciles para matar tu puerto turístico:
1-. Ensucia tus playas con descargas de aguas negras.
2-. Deforesta y enajena toda área verde disponible (parques públicos incluidos).
3-. Paga una miseria a la policía.
4-. Trata como mercancía a los turistas a los cuales deberías servir.
5-. Deja que se amontone la basura por cerros.