Friday, August 26, 2005

Epitafios

Llegaba ya al altar, feliz esposa... Allí llegó la muerte... Aquí reposa. Ese es el epitafio que hizo grabar José María Lafragua en la tumba de su prometida Dolores Escalante, quien murió de cólera pocos días antes de contraer matrimonio con el liberal.
Si el panteón de San Fernando no estuviera sumido en el abandono en el que lo mantienen las autoridades por su perene restauración, podríamos visitar esa tumba y leer de primera mano el epitafio.
En ese mismo panteón hay otra llamativa dedicatoria, es para una niña que murió a los cuatro años. Dice: Alcance tu alma pura allá en el cielo, a tus amantes padres el consuelo.
Y no muy lejos está el epitafio de otra pequeña: Dejando a sus padres y hermanos en el más profundo dolor, buscola Dios, indigna de este suelo, la hizo un ángel de su hermoso cielo.
El de Joaquín Ramírez, pintor del imperio de Maximiliano, dice: Artista insigne y malogrado, dejó este mundo para ir a su verdadera Patria.
Un joven de 22 años sólo alcanzó la frase: Fue un buen hijo.
El epitafio es un género quizá no muy estudiado, pero no deja de ser llamativo. En ocasiones el intento de versificar da malos resultados literarios, pero en estos grabados que se ponen las lápidas siempre se aprecia el dolor por la muerte de los seres queridos.
Hay, sin embargo, algunos que resultan extraños.
Por ejemplo, el de la tumba de Isaac Newton, en Westminster; contiene la fórmula del binomio y una extensa leyenda en latín: Aquí descansa Sir ISAAC NEWTON, Caballero que con fuerza mental casi divina demostró el primero, con su resplandeciente matemática, los movimientos y figuras de los planetas, los senderos de los cometas y el flujo y reflujo del océano. Investigó cuidadosamente las diferentes refrangibilidades de los rayos de luz y las propiedades de los colores originados por aquellos. Intérprete, laborioso, sagaz y fiel de la Naturaleza, Antigüedad, y de la Santa Escritura defendió en su Filosofía la Majestad del Todopoderoso y manifestó en su conducta la sencillez del Evangelio. Dad las gracias, mortales, al que ha existido así, y tan grandemente como adorno de la raza humana. Nació el 25 de diciembre de 1642; falleció el 20 de marzo de 1727.
De Arquímides se dice que su epitafio sólo era un cilindro circunscrito a una esfera, que alude a uno de sus descubrimientos matemáticos.
El de Teofrasto, médico y ocultista del Renacimiento, es el siguiente: Aquí yace Philippus Theophrastus, famoso doctor en medicina que curó aquellas terribles heridas, la lepra, la gota, la hidropesía y otras graves enfermedades del cuerpo, con arte maravillosa. Regaló sus bienes para ser distribuidos entre los pobres. En el año 1541, el día 23 de septiembre cambió la vida con la muerte. Paz a los vivos y descanso eterno a los difuntos.
Como en todo, no puede faltar el humor, y en este caso del más negro.
El célebre epitafio de los hipocondríacos: ¿No que no?
Groucho Marx se hizo uno: Disculpe usted que no me levante.
Este, en una tumba española, no se sabe si es humor involuntario: "A mi marido, fallecido después de un año de matrimonio. Su esposa con profundo agradecimiento.
Otros conocidos son, el del marido quejoso: Aquí yace mi mujer, fría como siempre. Y la respuesta femenina: Aquí yace mi marido, al fin rígido.
Otro clásico: Aquí yaces, y haces bien, descansas tú, y yo también.
De Alfred Hitchcok se cuenta que pidió que le pusieran esta frase: Esto es lo que le pasa a los chicos malos. Y uno que es un mal chiste atribuido a Bach: Desde aquí no se me ocurre ninguna fuga.

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